ALGUIEN LO TIENE QUE DECIR


OPINIÓN AJENA

Viste, el negocio es ser asambleísta (…), ese man ha comido hasta ahora, entre los tres hospitales, como USD 2 millones.
Uno de los mensajes en el teléfono de José Alfredo Santos (alias Chofer), uno de los hombres cercanos al exasambleísta preso Daniel Mendoza, en la trama de corrupción de la adjudicación de obras en Manabí.
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CON 'LOS CINCO SENTIDOS DEL PERIODISTA', según Ryszard Kapuściński (1932-2007).

'Nos hicieron la casita'

Foto: Twitter: @de_plazza
Por: Myriam Valdivieso mival1963@gmail.com
Para el común de los ecuatorianos es difícil hacer una casita, mucho menos si es una de la talla y precio de la que acaba de adquirir la presidenta de la Asamblea en la ciudad de Quito, nada más que por un valor de 380.000 dólares, casita modesta seguro para ese precio; digna de una revolucionaria de corazón que junto a otros revolucionarios ahora en el gobierno dieron sus primeros pasos junto a las “chozas” en las comunas, allá en  tiempos que defendían al movimiento indígena ecuatoriano y  decían fortalecer los lineamientos de la reivindicación del pobre y triste indio ecuatoriano.
"Todos han tenido mucho, y muchos los que no tenemos nada. Hay que virar la tortilla… Que los pobres coman pan, y los ricos mierda, mierda". Gabriela Rivadeneira.
Pero como todo da vuelcos en el mundo, los revolucionarios escalaron, subieron a lo que siempre cuestionaron, al arribismo burgués, el mismo que ahora les impide vivir como Juan Pueblo, vaya ironía de la vida, aunque decoren sus mansiones al puro estilo del folclor andino, arribismo es arribismo.
Lo peor de todo este doble discurso es el hecho que sean partícipes, todos estos revolucionarios, de un acontecimiento que ha indignado al país entero, la revocatoria  de un comodato a la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador CONAIE, y la disposición de que abandonen la casa que les fuera entregada en el  gobierno  del  ex presidente Rodrigo Borja como un gesto de reconocimiento  a la presencia política que mostró  el movimiento indígena ecuatoriano en  1990, cuando tuvo que irrumpir con fuerza, hacerse visible  con un levantamiento tras décadas de exclusión, maltrato social y político, así como  desplazamiento inmisericorde del escenario nacional, lo que les  llevó a rebasar el ámbito del sufrimiento para demandar el reconocimiento como sujetos sociales y políticos.
No les  harán la “casita”, tampoco la abandonarán  porque más allá de ser cuatro paredes es el símbolo de una presencia, el sitio de confluencia comunal, el calor de una hoguera  que está regada en todo el país; pues de la totalidad de ecuatorianos, casi 14 millones 500 mil, más de ese siete por ciento que se asume indígena lo es, ya que  por la fuerza  del  “blanqueamiento social” muchos no se definen como indios pese a serlo, por esa crueldad excluyente que convierte las mentes y los procederes.
De tal suerte  que esa es la casa de la mayoría de ecuatorianos, es la casa de todos diría y se necesitará de una minga para custodiarla. Que no se actúe con prepotencia autoritaria porque la violencia trae más violencia, y de eso conoce mucho el país.
Presidenta de la Asamblea confirma compra y pide respeto a tuiteros



Un mapa que preocupa

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