![]() |
Uruguayos en Quito, por Adriana Soto. |
Ecuador salió a la ofensiva y sorprendió a Uruguay a los 5’con un penal que cobró bien el árbitro paraguayo, y si no lo hubiera hecho, igualmente, el delantero Felipe Caicedo, iba directo al gol. Este balde de agua fría, en un Estadio Centenario repleto, sosiega a cualquiera...
Y, creo, fue lo que pasó con


Las bromas fueron surgiendo, con la intervención de algún ecuatoriano, con quienes claro, en estos casos se nos cruzan las emociones.

Quienes me conocen, y por el ejercicio profesional, saben que procuro ser lo más objetivo posible. Aplaudo el buen fútbol, sea de Ecuador, Uruguay, o cualquier picado en un campito. Porque el fútbol, aunque sea un millonario negocio, que obnubila a muchos, estupidiza a otros, y nos apasiona a la mayoría, no deja de ser un juego. Y en mi caso, por haber jugado, además, sé que si no hay diversión no hay buen fútbol.

Otro elemento que grafica bien la falta de objetividad es la de los relatores de los dos canales, Pancho, Diego y un comentarista que desconozco. Empezararon relatando el partido como si Ecuador fuera el Barça en su mejor momento e insistiendo que fuera ‘muy superior’ a Uruguay, y luego, rogando que se terminara el partido, cuando Uruguay apabullaba a la Tri en el final.
Claro, de ese relator, que a Falcao le dice medio tiempo Puma y otro tiempo Tigre, como es, que confunde a Maximiliano Pereyra (rapado) en Uruguay con Alvaro Pereyra (negro y de melena en cola), diciendo que se cambió de look, cuando siempre se rapó, o diciéndole CachabachE a Forlán en vez de su apodo Cachabacha, por una famosa bruja, no se puede esperar algo de objetividad.
Así es el fútbol, pasión de multitudes y está bien. Salvo, cuando esas pasiones se salen de control. Y todos sabemos lo que pasa.