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Por Carlos Castillos Mientras caminaba unas diez cuadras entre la parada del bus y el estadio me crucé con un par de grupos de energúmenos, enfermos de odio, que veían unos colores del otro equipo y amenazaban con matar a esa persona por el solo hecho de vestir colores diferentes. Llegando al estadio otro grupo, de unos 6 muchachones asumieron actitudes amenazadoras contra una jovencita de no más de 17 años, que caminaba tranquilamente, junto con su padre o su abuelo, con una camiseta en la mano, claro, de los colores contrarios.
Adentro del estadio, me encuentro con uno de los humoristas del momento en Uruguay, que entretenía a la multitud desde la orilla del campo de juego, hablando y hablando, contando algún chiste y tratando de hacer bailar a la multitud, en su gran mayoría de Peñarol,
que era locatario.
Media hora antes de comenzar el partido anunció el cierre de su actuación con un llamado a disfrutar del espectáculo, para que "mañana se hable solamente de fútbol" y no de otra cosa. Dijo, casi textualmente que "hoy los adversarios de este partido, son amigos, hermanos, familiares, compañeros de trabajo mañana y todos los días". E insistió con su arenga para que todos disfrutaran de la fiesta. La respuesta fue una silbatina desde las dos tribunas ubicadas detrás de los arcos, donde estaban las llamadas "bravas bravas" de Nacional en una y de Peñarol en otra.
Al terminar el partido...
los jugadores de los dos equipos se saludaron fraternalmente y llegué a escuchar, en alguna radio, declaraciones sensatas sobre la relación de amistad de algunos de ellos que se conocen por haber alternado en alguna selección nacional. Que "la rivalidad está dentro del campo y queda allí" y que
"hay amistad fuera del campo de juego".
Minutos antes de terminar el partido se había hecho un llamado por los altavoces del estadio para que se retirara primero la hinchada de Peñarol y que la de Nacional debía esperar 20 minutos. Salí del estadio apenas sonó el silbato del árbitro y noté que todo el público abandonaba el escenario. Los de Peñarol y los de Nacional, desoyendo aquel llamado. Por supuesto que los hinchas de ambos equipos, con sus respectivos colores, se cruzaron en algún momento en el parque y en las avenidas circundantes. No escuché ningún reproche ni presencié ningún incidente. En el camino a mi casa, unas 40 cuadras que recorrí caminando, apenas escuché algún cántico burlón de los ganadores (Nacional) hacia los perdedores (Peñarol), proferidos desde alguno de los autobuses del transporte urbano. Después nada más.
Al llegar a mi casa me entero que la policía confirmó que un hombre fue apuñalado en la tribuna Amsterdam (donde se ubica la "barra brava" de Peñarol) y que "fueron detenidas 55 personas". También "se registraron corridas e incidentes en el talud de la Amsterdam...", indicó la información policial.
Entonces reflexiono Desde que se impuso, al menos en occidente, la consigna de que "noticia no es que un perro muerda a una persona, sino que una persona muerda a un perro", los medios se guían por este criterio. En el estadio Centenario de Montevideo hubo hoy 55.000 personas participando de un espectáculo deportivo. De ese total, al menos 54.900 se retiraron tranquilamente, unos disfrutando la alegría de la victoria, otros entristecidos por la derrota, pero sin deseos de "vengarse" ni de agredir al otro. Hubo, como siempre sucede, una ínfima minoría, de 100, tal vez 200 enfermos, energúmenos, como los que vi cuando llegaba al estadio, que se encargaron de ensuciar la fiesta.
Entonces los medios de difusión, aplicando aquella nefasta consigna que rige la forma de hacer periodismo, se ocupan solamente de esa minoría. No es noticia el comportamiento de la gran mayoría.
Adentro del estadio, me encuentro con uno de los humoristas del momento en Uruguay, que entretenía a la multitud desde la orilla del campo de juego, hablando y hablando, contando algún chiste y tratando de hacer bailar a la multitud, en su gran mayoría de Peñarol,
que era locatario.
Media hora antes de comenzar el partido anunció el cierre de su actuación con un llamado a disfrutar del espectáculo, para que "mañana se hable solamente de fútbol" y no de otra cosa. Dijo, casi textualmente que "hoy los adversarios de este partido, son amigos, hermanos, familiares, compañeros de trabajo mañana y todos los días". E insistió con su arenga para que todos disfrutaran de la fiesta. La respuesta fue una silbatina desde las dos tribunas ubicadas detrás de los arcos, donde estaban las llamadas "bravas bravas" de Nacional en una y de Peñarol en otra.
Al terminar el partido...
los jugadores de los dos equipos se saludaron fraternalmente y llegué a escuchar, en alguna radio, declaraciones sensatas sobre la relación de amistad de algunos de ellos que se conocen por haber alternado en alguna selección nacional. Que "la rivalidad está dentro del campo y queda allí" y que
"hay amistad fuera del campo de juego".
Minutos antes de terminar el partido se había hecho un llamado por los altavoces del estadio para que se retirara primero la hinchada de Peñarol y que la de Nacional debía esperar 20 minutos. Salí del estadio apenas sonó el silbato del árbitro y noté que todo el público abandonaba el escenario. Los de Peñarol y los de Nacional, desoyendo aquel llamado. Por supuesto que los hinchas de ambos equipos, con sus respectivos colores, se cruzaron en algún momento en el parque y en las avenidas circundantes. No escuché ningún reproche ni presencié ningún incidente. En el camino a mi casa, unas 40 cuadras que recorrí caminando, apenas escuché algún cántico burlón de los ganadores (Nacional) hacia los perdedores (Peñarol), proferidos desde alguno de los autobuses del transporte urbano. Después nada más.
Al llegar a mi casa me entero que la policía confirmó que un hombre fue apuñalado en la tribuna Amsterdam (donde se ubica la "barra brava" de Peñarol) y que "fueron detenidas 55 personas". También "se registraron corridas e incidentes en el talud de la Amsterdam...", indicó la información policial.
Entonces reflexiono Desde que se impuso, al menos en occidente, la consigna de que "noticia no es que un perro muerda a una persona, sino que una persona muerda a un perro", los medios se guían por este criterio. En el estadio Centenario de Montevideo hubo hoy 55.000 personas participando de un espectáculo deportivo. De ese total, al menos 54.900 se retiraron tranquilamente, unos disfrutando la alegría de la victoria, otros entristecidos por la derrota, pero sin deseos de "vengarse" ni de agredir al otro. Hubo, como siempre sucede, una ínfima minoría, de 100, tal vez 200 enfermos, energúmenos, como los que vi cuando llegaba al estadio, que se encargaron de ensuciar la fiesta.
Entonces los medios de difusión, aplicando aquella nefasta consigna que rige la forma de hacer periodismo, se ocupan solamente de esa minoría. No es noticia el comportamiento de la gran mayoría.