Mirando la plaza sin prosa ni verso

Plaza San Martín, añosos árboles, mucho verde y poca agua de riego. Palomas y gente; un joven lee Historia de un arroyo, de Elisee Reclus y bebe jugo de una caja. Una joven lee Solar del británico Ian McEwan sin tomar nada. Un grupo está de picnic bajo una palmera. Otros toman sol; dibujan, besan.
Una come con auriculares, luego fuma. Un mendigo ni lo uno, ni lo otro. Pero jode. Caen gotas de savia y cantan los pájaros.
Un enorme Ficus está preso tras las rejas del centro de la plaza. Los buses y autos hacen rueda y parecen celebrar con sus bocinas.
Dos verdosos jardineros levantan más polvo que hojas.
Un globo arrastra a un niño, y sus padres a su hermana. Cerca, una pareja discute con gestos, pero se abrazan. Otros están abrazados sin discutir.
Dos mujeres de la mano y dos hombres separados.
Unos muestran sus bellezas, otros esconden sus fealdades.
Un hombre camina con celular como megáfono; conocemos sus preguntas, ignoramos sus respuestas.
Un zorzal canta y dos tórtolas aletean. Dos turistas desequilibran los colores con rojo violeta y verde chillón.
Un globo estalla y su disparo, alarma a la gente y hace volar a las palomas.
Un perro ladra malhumorado, porque solo lo han dejado. Y un jilguero canta por placer.
En el pasto hacia Av. San Martín, cambia el verde por ropas multicolores. Hacia Ezeiza la torre histórica y su reloj, avisa las horas a Retiro.