Por Juan Villaquieta, Uruguay
Cuando se visita cualquier país de nuestro continente suele llamar la atención cómo el tema central de los medios informativos es la llamada “inseguridad”. Es la palabra mágica que justifica dedicarle extensos segmentos de los informativos de radio y televisión a las llamadas “noticias policiales” o sea robos, crímenes de todo tipo, accidentes y similares. Pasa en Montevideo, Buenos Aires, Rio de Janeiro, Asunción y seguramente en otras ciudades y pueblos de nuestros países latinoamericanos.
Recientemente escuchaba a un conocido actor uruguayo sugerir, en una entrevista radial, que la gente hiciera el siguiente ejercicio: Mirar durante dos o tres días esos informativos de los canales privados donde se aplica este criterio de darle preeminencia a las “noticias policiales” y después reflexionar cómo queda el ánimo de cada uno. Y al día siguiente mirar un noticiero de un canal que no tenga noticias policiales. En el caso de Uruguay, el Canal estatal de la televisión pública y abierta.
Ya hice la experiencia. Pero fui más lejos que ese actor. Simplemente no miro más televisión. He resuelto sacar de mi vida a ese aparatito, al menos en los horarios de los noticieros como forma de mejorar mi calidad de vida y sacudirme el peso de ese “bombardeo” diario al que somos sometidos los habitantes de estos países. Créame que es una experiencia fascinante.
“Se puede vivir sin televisión” lo que no significa un juicio condenatorio de esa forma de comunicación. Que no me guste cómo se juega al fútbol actualmente no significa que no me guste el fútbol como deporte. Por el contrario, me apasiona. Pues lo mismo ocurre con la televisión. Que sus contenidos sean mayoritariamente basura no significa que no sea un gran invento y que no se pueda aprovechar mejor.
Pero ¿Quien le pone e el cascabel al gato? sostiene un dicho popular en Uruguay. ¿Quien se atreve a regular los contenidos o a imponer determinadas normas, sin caer en el riesgo de ser acusado de dictador, autoritario o “atropellador” del “sagrado” principio de la libertad de expresión o de prensa?.
Algún día la gente se dará cuenta que las ondas de radio y televisión son del Estado, o sea de cada uno de nosotros. Y que, en la mayoría de nuestros países, se entregan en concesión a empresarios privados que, prácticamente, al otro día, asumen como “propietarios”, cuando en realidad son concesionarios. Pues, si son nuestras, deberíamos tener una mayor incidencia en sus contenidos. Pero esa utopía se alcanzará el día que algún gobernante se atreva a normalizar esta situación y encauzar por otros rumbos el manejo de los medios: radio y televisión fundamentalmente.
El mundo de la prensa escrita es diferente, pero no por eso menos grave. Son empresas privadas que hacen lo que quieren, aunque también deberían asumir su responsabilidad legal en el manejo de la información. Seguramente usted habrá escuchado a responsables de segmentos noticiosos argumentar que “las noticias policiales son las que le gustan a la gente”. Sonrío dolorosamente. Y me acuerdo del propietario de un cine de barrio en un pequeño pueblo del interior que inundaba su cartelera con películas de bajo nivel con el mismo argumento: es lo que a la gente le gusta, decía.
Y yo pienso: si usted cría a un niño dándole solamente frijoles con arroz, el día que le ofrezca un plato diferente, seguramente será rechazado. No seamos ingenuos. Ejerzamos nuestro derecho a ser respetados en nuestra inteligencia y en nuestros derechos a recibir un abanico más amplio de propuestas informativos y culturales a través de los medios. Si no, aplique la consigna de vivir sin televisión y verá que se puede.