Estimado Lula; gracias por emocionarse y emocionarme. Y no dudo que ha emocionado a muchos más.
El presidente de Brasil, lloró ante cámaras al recordar con “orgullo”, cuando en 2006, el estatal Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social firmó un préstamo de más de 100 millones de dólares para una cooperativa de trabajadores.
El gobernante de 64 años, quien dejará el cargo el próximo 1º de enero, agregó, entre lágrimas, “creo que las personas pasaron a percibir que Brasil es de ellos”. Lula, no tenga la menor duda. El carismático presidente y ex dirigente metalúrgico dejará el cargo con más de 80% de apoyo popular, lo que es un récord continental.
Finalmente, como queriendo justificar la emoción dijo, “creo que me estoy poniendo viejo”. No Lula, está en la plenitud de la edad y ojalá alguno de tus colegas, entre tanto griterío y acusaciones, tuviera la maravillosa sensibilidad de emocionarse. Porque, la emoción es el combustible de la vida.
Luego, al ser consultado sobre un posible regreso en 2014, afirmó: “Mi respuesta es no; lo digo con el corazón. Pero en política nunca se puede decir que no”. Ojalá no sea así y con 68 y una vida de experiencia pueda volver a seguir mejorando esa hermana potencia mundial. Si algunos vejestorios, como Jorge Batlle en Uruguay o George Bush padre, con más de setenta demostraron tanta ineptitud, usted estará en todo su derecho de volver.
Querido Lula, siga llorando y así además, contrariar a Chesterton cuando dijo:
La habilidad moderna no consiste en esconder la emoción, sino en afectarla.
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