ALGUIEN LO TIENE QUE DECIR


OPINIÓN AJENA

Viste, el negocio es ser asambleísta (…), ese man ha comido hasta ahora, entre los tres hospitales, como USD 2 millones.
Uno de los mensajes en el teléfono de José Alfredo Santos (alias Chofer), uno de los hombres cercanos al exasambleísta preso Daniel Mendoza, en la trama de corrupción de la adjudicación de obras en Manabí.
www.primicias.ec


CON 'LOS CINCO SENTIDOS DEL PERIODISTA', según Ryszard Kapuściński (1932-2007).

Me regalaron un problema

Hace unos cuatro meses, el servicio de entregas Urbano Express, empezó a “perseguirme”, para entregarme una nueva tarjeta de crédito del Banco Pichincha, que yo no pedí. Ese simple trámite, se convirtió en una odisea de llamadas y gestiones,  agravado por la pandemia. Primero sospeché que fuera una estafa, ya que al llamarme pedían datos personales y confirmación del domicilio. Por eso llamé y luego fui personalmente a la oficina del banco en Av. Amazonas y Colón.
Me informaron que era una nueva tarjeta por mi calidad de cliente y con más cupo, lo que me pareció bien.

Siguieron los llamados de Urbano para darme el “mejor servicio”. Cuando estaba en el trabajo, llevaban la tarjeta a la casa. Y cuando estaba en casa, llamaban para decirme que estaban en el trabajo. Muchas veces. Tantas que renuncié a que me la dieran en cualquier lado.
Dijeron que la devolverían al banco. Algunos días después, me llamaron del banco para decirme que debía retirar la nueva tarjeta en la oficina de Amazonas y Colón. Con el argumento de mejorar de categoría y tener una segunda tarjeta, fui. Demoré como una hora. No sé por qué, pero sospecho que a algunos empleados la mascarilla les afecta la motricidad.
Finalmente, un joven me la dio, un jueves, hace un par de semanas. Me dijo que el martes siguiente estaría habilitada. Al jueves siguiente, una semana después, fui a Supermaxi donde la quise usar. No funcionaba.
No me hice problema porque pagué con la otra. Pasaron los días. Escribí a
serviciostarjetas@pichincha.com y hasta hoy no existo. En cambio, envié un tuit a @BancoPichincha y poco después me respondieron. Debe ir personalmente a una oficina del banco.

Este jueves salí por otras cosas, aproveché a “hacer” ese trámite, otra vez, personalmente. Fui a la oficina en Av. La Prensa y José Fernández Salvador. Había bastante gente a mediodía y varias colas. Todos a cara cubierta. ¿Cómo hacen los guardias para distinguir si somos asaltantes?
Esperé un rato, me tomaron la temperatura y dieron gel, autorizando mi ingreso. Tomé un número, el 57, iban en el 53, pero parece, que con los problemas de movilidad que causa la mascarilla. 
Finalmente, me tocó el turno en el box 5. Me presenté, di mi cédula y mostré mi flamante tarjeta Visa Platinum virgen. Le dije a la joven que no era su culpa, pero había tenido los anteriores inconvenientes. Aclaré, que si debía seguir perdiendo tiempo en trámites, desistiría del regalo bancario.
La funcionaria, hizo sus consultas y su respuesta fue: debe ir a la oficina de Amazonas y Colón.
Pensé, ¡otra vez! Entonces, respondí, la anulo y la doblé frente al ella. Horas después, con una tijera la corté y quedó mutilada como la ven.

Es curioso que el banco más importante del país, en vez de mejorar sus servicios, los complique, cuando tienen todo para hacerlo mejor. Si no se puede hacer bien una simple entrega de una tarjeta de crédito que funcione, ¿se imaginan si tuvieran que gobernar el complejo Ecuador? 

Dicen que no aceptar un regalo es de mala educación. Pero en mi caso no fue un regalo, fue un problema sin solución.




Un mapa que preocupa

Archivo del blog