ALGUIEN LO TIENE QUE DECIR


OPINIÓN AJENA

Viste, el negocio es ser asambleísta (…), ese man ha comido hasta ahora, entre los tres hospitales, como USD 2 millones.
Uno de los mensajes en el teléfono de José Alfredo Santos (alias Chofer), uno de los hombres cercanos al exasambleísta preso Daniel Mendoza, en la trama de corrupción de la adjudicación de obras en Manabí.
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CON 'LOS CINCO SENTIDOS DEL PERIODISTA', según Ryszard Kapuściński (1932-2007).

Nosotros los votantes y ellos los políticos como gatos y ratones ¿en Democracia?

Era un país de ratones. Llevaban una vida muy parecida a la de los humanos. Hasta tenían un gobierno con Poder Ejecutivo, Judicial y un Legislativo, formado por una Cámara de Diputados y una Cámara de Senadores. Cada cuatro años iban a las urnas a colocar la papeleta. Incluso conseguían locomoción que los llevaba hasta los locales de votación y los devolvía a sus casas. Un servicio, claro, que se ofrecía cada cuatro años. Cada cuatro años los ratones iban a las urnas a elegir el gobierno de su comunidad. Pero los candidatos eran siempre, curiosamente, “enormes y gordos gatos negros”. Era extraño que ratones eligieran un gobierno de gatos, pero era así. Los gatos se mostraban como buenos compañeros y aseguraban que conducían al país con dignidad y honestidad. Es cierto que aprobaban buenas leyes… Buenas para los gatos, claro, porque si eran buenas para los gatos no eran tan buenas para los ratones. Una de las leyes, por ejemplo, establecía que las puertas de las ratoneras iban a ser más grandes para que los gatos pudieran meter la pata en ellas. Otra ley fijaba límite de velocidad para los ratones… lo que facilitaría a los gatos conseguir el desayuno, sin demasiado esfuerzo físico. Cuando la vida se hizo más y más difícil para los ratones decidieron que algo había que hacer. Fueron en masa a las urnas y votaron en contra de los gatos negros. Pero eligieron gatos blancos. Los gatos blancos habían realizado una gran campaña. Prometieron que las bocas de las ratoneras no serían curvas sino rectangulares. Y lo hicieron. Las puertas fueron más grandes incluso… y los gatos podían meter las dos patas delanteras, juntas. La cosa se volvió todavía más difícil. Y cuando los ratones no soportaron más votaron contra los gatos blancos y se decidieron de nuevo por los gastos negros. Y como la cosa seguía igual, probaron con gatos mitad blancos y mitad negros. Y con gatos blancos, pero con pintas negras. Y gatos negros con pintas blancas. Pero, el problema no estaba en el color de los gatos. El problema era que ¡eran gatos!. Y como eran gatos velaban por los intereses de los gatos y no de los ratones. Hasta que un día, en una asamblea de ratones, apareció un ratón y dijo que tenía una idea. Todos se dispusieron a escucharlo. Él le dijo a los otros ratones:

“¿Porqué seguimos eligiendo un gobierno conducido por gatos?. ¿Porqué no elegimos un gobierno conducido por ratones?.
Todos se miraron y abundaron los gestos de sorpresa, extrañeza, incredulidad. Hasta que por amplia mayoría se rechazó la moción y cayeron todo tipo de acusaciones y descalificaciones sobre el osado ratón. La sentencia fue inapelable: el ratón terminó preso y le suspendieron todos sus derechos ciudadanos…
Basado en la fábula Mouseland del activista escocés-canadiense Thomas Douglas (1904-1986).

Un mapa que preocupa

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